Desde la antigüedad se han generado formas de participación en comunidad, pues una sociedad como bien lo sabemos es la representación de un sentido común o interés general, donde se busca la protección de intereses y destino común, construyéndose así un estado de armonía, donde lo comunitario es lo seguro, por lo tanto siempre ha sido necesario un orden que permita estructurar el poder para, de alguna forma organizar los intereses, Bauman menciona, nunca ha habido una colectividad como tal, siendo simplemente relaciones de conveniencia, impulsadas por el simple deseo de conseguir más para uno mismo, hoy nos desplazamos hacia la privatización de los medios, para asegurar la ‘libertad’, que no es más que la individualización, romper los vínculos y creer que la libertad es desvinculación , por miedo a los rompimientos, pues la relaciones con otros nos pueden signar.
La entrada de la modernidad no ha adentrado en los juegos del poder, en los cuales nos encontramos sometidos, pues el poder busca mantenerse de cualquier forma de modo que el gobernante debe conocer muy bien su profesión y dejar de lado, la ingenuidad, ya que todas las practicas públicas han migrado hacia el mercado, lo que nos ha convertido en títeres que funcionan a merced de las apariencias, por esto el rol del ciudadano actual involucra el uso constante de máscaras, es decir, nunca nos quitamos la máscara simplemente la cambiamos por otra como si fuera un juego, sin obtener una identidad propia.
Aunque la búsqueda de la libertad individual haya comenzado como un proceso involuntario gracias a la imprenta de Gutenberg, esta no dejo de significar que nuestro funcionamiento como colectividades se haya averiado, casi desaparecido en la actualidad, y este es el déficit de la libertad: la posibilidad de decir y hacer lo que queramos nos ha vuelto egoístas, y porque no, mucho más temerosos al ser nosotros mismos los que cobremos las consecuencias de nuestras decisiones; pero tal precio nos parece admisible frente a la posibilidad de perder nuestra libertad, por lo tanto, ya no producimos opinión, si no que por el contrario la consumimos, perdiendo el aura de la singularidad, y ser representados en números, o un estándar, sin la conclusión verdadera que abarca el ser
Dentro de los nuevos espacios que ha configurado la modernidad encontramos tres, el primero de ellos es definido como antropoemico, en donde todo aquello que nos es extraño, se expulsa; de modo que los espacios antropoemicos contienen usos sociales, los cuales son normas mínimas de obligatoriedad para hacer parte de una comunidad, no importa si estas normas no logran convicción interna, lo importante es la adecuación del comportamiento, un ejemplo claro de uso social y quizás el más ilustrativo es el vestido, campo del cual no se puede escapar y que genera representaciones sociales.
Otros de los espacios o fenómenos es el antropofágico, en donde el otro o el extraño es devorado por aquel ente que tiene control y solo deja es cascaron, por lo tanto el ser queda desprovisto de un rumbo fijo y es controlado por otro factor, este espacio es caracterizado por los lugares de consumo como los centros comerciales, en donde consumimos o somos consumidos.
Por ultimo encontramos los lugares vacíos, aquellos que no poseen ningún significado, estos se encuentran fuera de nuestras concepciones, es decir no hacen parte de nuestras realidad, y por lo tanto no cobran ningún sentido, ni juegan un papel en nuestra vida porque son invisibles.
La desaparición de las instituciones nos adentra en una constante incertidumbre, la privatización nos ha invadido hasta el punto de aislar nuestras mentes del ámbito público y seguir la rutina común que nos ha impuesto el medio en el que vivimos, somos seres gobernados, que sentimos tener libertad pero que no nos escapamos del sistema por miedo a ser expulsados de lo que consideramos sociedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario