Zygmunt
Bauman en estos dos capítulos de su libro Modernidad liquida nos orienta hacia
el mundo moderno como desecho de todas la instituciones públicas, firme y
duraderas que podríamos considerar sólidas, llegando de modo a lo liquido y
fluido que destruye barreras y vínculos, y convierte la realidad en algo fluido
que cae constantemente en la incertidumbre.
Los hombres como
seres históricos somos rupturas, pasados, presentes y futuros, de modo que
somos un constructo de transformaciones constantes que no permiten la
estabilidad de nuestra estructura psíquica, con la entrada a la modernidad, según
Bauman hoy nos desplazamos hacia la privatización, para asegurar la ‘libertad’,
que no es más que la individualización, romper los vínculos y creer que la
libertad es desvinculación , por miedo a los rompimientos, pues la relaciones
con otros nos pueden signar. La modernidad configura nuevas estructuras que se
alejan totalmente de la construcción que por siglos ha regido la estabilidad de
sociedades, llegando al umbral de lo desconocido y el constante miedo
La diferencia social
en la antigüedad no era lo que definía la lucha de clases, ni tampoco el valor
del hombre, el modelo de vida griego no era el consumo, ni la apropiación, era
el rescate y la jerarquización de los valores públicos, lo cual estaba bien
establecido, en la actualidad, lo económico delimita nuestra vida.
El capitalismo que abarca
todo el globo, no tiene fronteras, el capitalismo global y el individuo
aislado; el individuo aunque cuenta con una libertad aparente no puede
escaparse del sistema, por lo tanto su raciocinio va en decadencia, el sistema
actual se aparta de lo que es verdaderamente política y es moldeado por intereses particulares,
convirtiendo así a el individuo en mercancía, y estas presiones no pueden ser
liberadas por la ausencia de instituciones fijas que comprometan la expresión humana
de una manera sólida creando vínculos y delimitando fronteras.
Las instituciones sólidas
buscaban la protección de intereses y destino común, siempre regido por un
orden que permite estructurar el poder para, de alguna forma organizar los
intereses, pero se han dejado de lado estas importantes bases para solamente
entrar en el juego de poder al que estamos sometidos, el poder busca mantenerse
de cualquier forma de modo que el gobernante debe de conocer muy bien su
profesión y dejar de lado, la ingenuidad, pues todas aquellas prácticas
públicas han migrado hacia el mercado, de modo que nos hemos convertido en un
títeres que funcionamos a merced de las apariencias, por esto el rol del
ciudadano actual involucra el uso constante de máscaras, nunca nos quitamos la
máscara simplemente la cambiamos por otra como si fuera un juego, sin obtener
una identidad propia.
La privatización nos
ha invadido hasta el punto de aislar nuestras mentes del ámbito público y
seguir la rutina común que nos ha impuesto el medio en el que vivimos, somos
seres gobernados, que sentimos tener libertad pero que no nos escapamos del
sistema por miedo a ser expulsados de lo que consideramos sociedad. De modo que
el hombre actual se limita a encontrarse perdido, y seguir las orientaciones de
un líder, sin tomar en cuenta su propia identidad, pues teme a pensar.
Ya no producimos
opinión, si no que por el contrario la consumimos, perdiendo el aura de la
singularidad, y ser representados en números, o un estándar, sin la conclusión
verdadera que abarca el se.
El miedo es manipula nuestro
pensamiento, convirtiéndonos en seres aislados que no son capaces de escapar de
una estructura capitalista que nos comprende como objetos, parte del mercado,
el que domina el capital tiene el poder, distinto a lo que es política, que en
la modernidad es un espacio físico y
geográfico, que no ejerce funciones significativas, el poder es capaz de determinar el alcance de las
elecciones prácticas.
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